Soy tan solo un aficionado. No soy un estudioso, sino un gran amante de este magnífico deporte. No soy un experto, pero tengo mis propios criterios. No soy un estadístico, pero sumo dos y dos y, a veces, me dan cuatro. No soy un forofo aunque tenga mis preferencias. Tampoco un nostálgico, pero estoy harto de que el fútbol se trate con los trazos de la prensa rosa. Esta página será para ti, si así lo quieres. Si te gusta, disfrútala y vuelve. Si no te gusta algo, dilo. Si lo que quieres es pelea, busca en otro lado. Aquí hablaremos de fútbol, no de majaderías.

jueves, 11 de marzo de 2010

ya está

Pues ya sabemos qué Madrid jugó ayer. Como el Arsenal en la primera parte y como la Fiorentina (o peor) en la segunda. Lo cierto es que, tal y como salieron las cosas, poco habría importado que Higuaín hubiera marcado la ocasión a puerta vacía, consiguiendo ese 2-0 que aquí nos temíamos. Porque, en mi opinión, tampoco ese resultado habría podido sobrevivir al arrasador efecto descanso de ayer.

Ignoro de qué y cómo se habla en el vestuario del Real Madrid. Si el entrenador corrige y comenta o si son los propios jugadores los que lo hacen y el ingeniero guarda silencio. O si pasan las dos cosas o ninguna, pero lo que es cierto es que las caras de los jugadores en el túnel de vestuarios cuando salían a jugar la segunda parte eran patéticas. Guti sujetándose contra la pared, Arbeloa mirando al infinito, silencio, incomunicación..., mal augurio donde habría esperado encontrar gladiadores exaltados con la mirada criminal del que está dispuesto a darlo todo. Pero no. De eso, nada.

No sé si les dijeron que había que controlar e ignoro si se sentían cansados como perros tras el derroche contra el Sevilla, pero el caso es que nada más iniciarse la segunda parte todos/todos demostraron que volvían con una caraja del nueve. Donde hubo antes un equipo, mejor o peor pero en conjunto, surgieron las torpezas individuales. Donde antes convencimiento, ahora juego timorato. Donde Gutiérrez buscaba sus pases geniales, ahora pasecito atrás y sin ofrecer salida. Donde defensas expeditivos, caras de miedo, desconfianza y despejes al buen tuntún. Una caricatura de equipo que pudo recibir cuatro.

Los franceses adelantaron líneas, pero es que enfrente encontraron además la nada absoluta, así que se llevaban todos los balones divididos, recibían cómodamente sin marca, no eran encimados, los blancos les hacían cortésmente sombra, hasta el Toulalan que a sus años pareció su caricatura en el Francia-España de París se agigantaba como el Supermán de las pelotas cortando, distribuyendo y pasando a voluntad. Aquello no lo arreglaba nadie. Esa imagen de impotencia de un equipo desarbolado, desmotivado y roto resultaba, desde el otro lado de la pantalla, profundamente triste.

Ayer, ante toda Europa, el Real Madrid demostró hasta la saciedad que un equipo lo hacen los hombres, que no los nombres y que un talonario puede comprar habilidades pero resulta absolutamente ineficaz a la hora de crear un equipo de fútbol.

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