
El Sevilla, por su parte, se hizo el harakiri ayudado por un especialista japonés que busca su puesto en algún grande europeo jugando como una moto. La falta que precedió al golazo de Honda (para mí que el balón rozó en la barrera o hizo un extraño muy extraño) fue fruto, una vez más, de la vehemencia exagerada y descerebrada de un Fernando Navarro que confunde su trabajo con llevar siempre la navaja entre los dientes. Pero estos pequeños detalles no deben ocultar que el equipo de Nervión ha perdido su personalidad hace tiempo y tan solo sobrevive decentemente por la fortaleza interior de alguna de sus figuras, entre las que destaca un Navas deslumbrante, ayer algo precipitado en sus centros. Ya van dos al hoyo, aviso para navegantes.
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