

Maradona fue el único culpable de la debacle argentina. Decía mi padre que no hay en el mundo nada peor que un tonto con iniciativa. Pues eso. Frente a la poderosa, persistente y habilidosa selección alemana, se descolgó el pibe con un solo medio centro. Casi nada lo del ojo, y lo tenía en la mano. Su enorme aportación táctica, utilizar delanteros por centrocampistas, con Messi arrancando desde detrás de la divisoria, Tévez al galope por cualquier lado, a veces Maxi, que pasaba por allí... Jugadores entrenados en la explosividad del goleador, haciendo de generosos forzados. ¡Qué esperar de un seleccionador que afirmaba que iban a enseñar a los alemanes a jugar al fútbol, porque "no saben más que correr"! Enfrente, lo saben hasta los niños de primaria, le esperaba una escuadra que se caracteriza por su solidez y clase, que estaba jugando "a la española" como los ángeles, además del añadido de su portentoso físico. Atravesaron la defensa argentina como un cuchillo caliente la mantequilla. Con la precisión del cirujano. Con la crueldad del que venga una (o tantas) afrentas. A este equipo, jugando al fútbol, opuso Maradona motivación de taberna. ¡Somos los mejores!¡Messi vale por diez! Gracias a la soberbia prepotencia de este figurín, de quien se ha dicho que en su traje de alpaca parece el muñeco de una tarta de bodas, han conseguido los argentinos dilapidar unas figuras rutilantes, acaso irrepetibles, de altísimo nivel, arrojándolas por el sumidero de la Historia del fútbol. ¡Vaya logro para un curriculum!

Muchos creíamos que la cosa iba a ser difícil, evocando los Ayala y Gamarra de anteriores ocasiones. Yo, al menos, estaba acojonado. Y más cuando el partido arrancaba peor que mis peores presagios. Lentos, atolondrados, incapaces de ver luz a través de la tupida red paraguaya. Repitiendo gestos que se mostraban claramente inadecuados, apoyos atrás previstos e interceptados, salidas comprometidas de puerta, Pujol y Piqué de los nervios, Busquets y Alonso impotentes e imprecisos, la Selección se mostraba incapaz de leer el partido y encontrar una respuesta adecuada a la claridad agresiva y generosa del planteamiento paraguayo. Así, cualquier balón colgado era una cruz porque por arriba no veíamos una. Adelante, acaso un disparo a puerta con sentido en toda la primera parte. Torres, hundido entre los centrales, apenas participaba. Iniesta y Villa, escorados hasta la desesperación, no modulaban el juego por el centro. De los dos, tan solo el guaje intentaba, a veces, el desborde. Cuando la conseguíamos tener, tras esfuerzos sin cuento, los tres del centro se la pasaban entre ellos, sin verticalidad posible. Así que en el descanso andaba yo desesperado. Por suerte la cosa mejoró bastante luego. Con la entrada de Fábregas y su carro de oxígeno, empezamos a parecernos a los que somos, tal vez por el vaciado exhaustivo de los contrarios, que aún así crearon más peligro. Llegó el penalty de un Piqué fuera de sí, el paradón del capi, la espléndida jugada de Iniesta..., y el gol de Villa, tras un cruel suspense fruto de la carambola palo-rebote-tiro-palo-palo-gol que acabó con mis nervios. Antes, los penaltis sucesivos, pitados o no, ya me habían evocado lo suficiente la brutal tensión de la anterior jornada, con el agravante de que ahora éramos nosotros los que nos la jugábamos. Salió cara.
Me quedo con el pase a semifinales ¡por primera vez! Y me encanta jugar contra Alemania. Y me temo que llevaís razon los que opinaís que Torres sobra. Pero a lo mejor el plan A era tenerle a punto para los 2 últimos partidos (el que no se consuela es porque no quiere).
ResponderEliminarSigo queriendo una final Holanda-España.
Pues espero de verdad que haya un plan B, porque en varios desmarques en velocidad demostró no estar a punto para nada (aparte de nulo en regates) y, ante los alemanes, jugar con once es imprescindible.
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