Soy tan solo un aficionado. No soy un estudioso, sino un gran amante de este magnífico deporte. No soy un experto, pero tengo mis propios criterios. No soy un estadístico, pero sumo dos y dos y, a veces, me dan cuatro. No soy un forofo aunque tenga mis preferencias. Tampoco un nostálgico, pero estoy harto de que el fútbol se trate con los trazos de la prensa rosa. Esta página será para ti, si así lo quieres. Si te gusta, disfrútala y vuelve. Si no te gusta algo, dilo. Si lo que quieres es pelea, busca en otro lado. Aquí hablaremos de fútbol, no de majaderías.

jueves, 1 de julio de 2010

DÍA 20.- ¿...y ahora qué?

La infernal secuencia avanza ahora por un periodo de carencia. ¿Qué mente diabólica ha diseñado este procedimiento? Nadie me dijo que era para desengancharme. Os juro que no me hubiera apuntado, feliz en mi adicción. Me quería creer que se trataba de disfrutar más aún, día tras día colocado con una ingente inmersión de fútbol en vena. Me hicieron sentirme colmado hasta el abismo de la saciedad, píldora tras píldora, sin interrupción, sin pausa, en una secuencia interminable que culminaría en final apoteósico, sobrepasados los límites del placer, incapaz el cuerpo de asimilar tanta euforia, tal orgasmo, tanto gozo... Mas hete aquí que no era eso. Ahora caigo del guindo. Alguien muy perverso ha diseñado procelosamente este plan de desintoxicación, que empezó -engañoso- desde la abundancia. Tres dosis diarias, apenas sin tiempo para asimilar tanto caudal. Y así al día siguiente, y al otro y al otro. Luego, de golpe, me cambiaron a dos haciéndome sentir el mono del chute mañanero. Tardé en asimilarlo. Largos paseos permitían que mi sangre se recuperara de tan cruel como inesperada privación. Cuando se estabilizó el promedio, hasta los escasos dos chutes al día me parecieron la gloria. Pero no esperaba esto. El ensañamiento de la nada. El encarnizamiento de la ausencia. Cuánta impiedad. Dos días enteros en el vacío. ¿Se puede ser más canalla? El recuerdo del pasado de abundancias me atosiga mientras contemplo las musarañas tras la pantalla inerte del HD, burlona y quieta. Qué tortura este silencio inmisericorde. ¡Cuánto tiempo para la nada! Una náusea inexplicable agobia mis vísceras mientras pequeños músculos que creía inexistentes vibran con vida propia y escucho rugir en mi interior la tormenta de la queja, la desesperación de la privación, el sordo alarido del placer cercenado, el nítido chasquido de la amputación. Pero no es eso lo malo. Dicen que me van a reducir a uno al día la dosis, con nuevos vacíos entre medias. No concibo tanta aberración. Y anuncian, incluso, que tras esta sangrienta intermitencia llegará el día del se acabó lo que se daba. La orgía de la nada permanente. Sin futuro. Sin esperanzas. Hasta que empiece la Liga.

Menos mal que el sábado arranca el Tour de Francia...

1 comentario: