Soy tan solo un aficionado. No soy un estudioso, sino un gran amante de este magnífico deporte. No soy un experto, pero tengo mis propios criterios. No soy un estadístico, pero sumo dos y dos y, a veces, me dan cuatro. No soy un forofo aunque tenga mis preferencias. Tampoco un nostálgico, pero estoy harto de que el fútbol se trate con los trazos de la prensa rosa. Esta página será para ti, si así lo quieres. Si te gusta, disfrútala y vuelve. Si no te gusta algo, dilo. Si lo que quieres es pelea, busca en otro lado. Aquí hablaremos de fútbol, no de majaderías.

miércoles, 27 de abril de 2011

decepcionante error

Cuando yo creía que lo suyo era aprender de los enfrentamientos recientes para mejorar la estrategia, hoy nos ha regalado el Madrid un enorme paso atrás, tirando por tierra las buenas experiencias anteriores. Sin anestesia, debo decir que el Real de hoy me ha decepcionado.

Ya de salida, con la alineación, insistiendo con un Ozil que rehuye las citas trascendentales y con la posición adelantada de Cristiano por el centro, justo la que menos favorece sus cualidades. Pero, sobre todo, cediendo el terreno al Barça, esperándole en el medio campo, viéndole jugar y a verlas venir, cuando el mayor equilibrio en los dos primeros partidos fue siempre fruto de adelantar la línea de presión e incomodar el juego de memoria del Barcelona buscando interceptar las líneas de pase. Hoy no hizo el Madrid nada de eso, y hasta me pareció que ese cierto ralentí incapacitaba a los blancos para jugar la pelota con criterio en las escasas ocasiones en que robaban un balón.

Entiendo que a Mourinho no le parecía el 0-0 un mal resultado y hasta que decidiera jugárselo todo a una carta en el Nou Camp. No lo comparto, pero lo entiendo. Por su trayectoria se ha ganado todo el derecho a plantear los partidos como mejor le parezca, de la misma manera que yo puedo ejercer el mío a la crítica de sus decisiones aunque, eso sí, a posteriori. El problema es que desnaturalizar a tu equipo para hacerle jugar en contención no es una medida reversible. Si vienen mal dadas, es muy complicado rearmar a los tuyos tras haber pasado una hora mirando cómo la toca el contrario, cosa que no suele ocurrir si sales al campo armado de tus virtudes y buscando al otro arriba porque esa misma moral te permite, si llega el caso, una defensa numantina. Así, hoy, presenciamos cómo un Madrid sin gas pretendía ponérselas difíciles a un Barcelona enrabietado. Está claro que no pudo ni supo.

Se dirá lo de jugar con diez, y es tan cierto que la tarjeta roja me pareció excesiva como que el Barcelona pudo atacar mejor sin la presencia de su mosca cojonera, pero la cosa estaba ya mal cuando sucedió la expulsión, aunque me pareciera apreciar en el Real cierto atisbo de subir líneas al comienzo de la segunda parte. En mi opinión, la suerte ya estaba echada y era solo cosa de que el Barcelona, tan intenso como contenido en ataque, encontrara las vías de acceso a Casillas. Bastó un resbalón de Marcelo para que Afellay escapara de su control y pusiera ese centro que los delanteros sueñan antes de cada partido. La velocidad de Messi hizo el resto, como en el segundo gol que fue para quitarse el sombrero como espectador y para teñir de rojo la cara de algún que otro defensa blanco.

Si el Barcelona quiere pensar que ya lo tiene todo hecho, peor para él. Este deporte tiene cosas extraordinarias, y una de ellas es que no siempre se escribe en el campo lo que sobre el papel. Vete a saber qué Real Madrid salta al Nou Camp y si, de pronto, un gol en contra no encoge corazones y abre caminos. Eso sí, siempre que en el vestuario blanco encuentren la manera de levantar la moral y el orgullo del equipo como les pasó hoy a sus contrarios. En cuanto se vea el primer cuarto de hora de ese partido ya sabremos la que nos irá a esperar.

1 comentario:

  1. La verdad es que me ha encantado tu opinión. Demuestras, con tu actitud crítica, que amas este deporte por encima de todo. También demuestras que respetas al rival, pero por encima de todo respetas la historia del Real Madrid y lo que tendría que ser (ahora mancillada por su entrenador) su propia y real grandeza.

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