Soy tan solo un aficionado. No soy un estudioso, sino un gran amante de este magnífico deporte. No soy un experto, pero tengo mis propios criterios. No soy un estadístico, pero sumo dos y dos y, a veces, me dan cuatro. No soy un forofo aunque tenga mis preferencias. Tampoco un nostálgico, pero estoy harto de que el fútbol se trate con los trazos de la prensa rosa. Esta página será para ti, si así lo quieres. Si te gusta, disfrútala y vuelve. Si no te gusta algo, dilo. Si lo que quieres es pelea, busca en otro lado. Aquí hablaremos de fútbol, no de majaderías.

sábado, 3 de abril de 2010

consideraciones

En contra de la costumbre, por aquello de que es mejor ser imprevisible que aburrido, hoy no voy a analizar los partidos que nos esperan en esta nueva jornada de Liga, sino que prefiero haceros llegar algunas consideraciones acerca de los partidos de cuartos de la Champions recién cumplidos, que para eso soy el que manda aquí (por no decir el único, no sé si me explico). A ello.

No sé si lo ha dicho alguien antes, pero los equipos ingleses tienen un problema grave. Son incapaces de jugar igual que en la Premier en cuanto se enfrentan a equipos europeos. Todos los atributos que nos asombran en ellos cuando compiten entre sí, la velocidad incansable, el juego de pase recto y fuerte, el perpetuo desafío en el uno contra uno, la lucha por cada balón, el ritmo atosigante, la fidelidad a la estrategia..., son elementos que se diluyen todos como azucarillo en el agua en cuanto el equipo de enfrente no es de los suyos. Son entonces como esos bailarines que sólo bailan bien cuando conocen a su pareja y ésta les exige lo mejor de sí mismos, pero torpes hasta la saciedad, timoratos y desnortados en cuanto les cambian el registro, o el ritmo del baile no les suena como el habitual. Lo mismo les ocurre, (y les ocurrirá en el Mundial, me creo yo) en el más alto nivel de selección nacional, que no son capaces de reproducir fuera las maravillosas características que tanto nos enamoran a cuantos seguimos la Premier, se adocenan, intentan parecerse a sus contrincantes, pierden las esencias y se quedan en nada.

Antes también eso nos pasaba a los equipos españoles, aunque ahora algo menos (mejor no preguntarle al Real Madrid) y, desde luego, parece fase superada en cuanto a la roja, soberbiamente fiel a su nueva disposición ante cada partido, confiada y capaz, salvo excesos de confianza. Se libran de este vicio los alemanes (incapaces por naturaleza de no ser ellos mismos), los rusos y, a menudo, los italianos por aquello de que igual no saben jugar más que a lo que juegan siempre.

Mirad el Arsenal, que salió a jugar con nueve desde el pitido inicial (un ausente completo, bulto sospechoso que responde al nombre de Diaby y dos mitades como Gallas y Cesc, por ser generoso y no descontar también al ruso Arshavin) y fue incapaz de hacerlo con once a lo largo de todo el partido, lo que ya son ventajas frente a un Barcelona (al que también se le ausentaron dos de sus gloriosos bajitos como Messi y Pedro) pero a quien los ingleses permitieron jugar a placer. Solo Hernández se bastó para producir todo el fútbol que quiso, y fue mucho, mientras los ingleses le veían jugar como emocionados. Únicas excepciones, a mi entender, dos francesitos (Nasri y Clichy) y uno de casa, el diminuto y velocísimo Teodoro Walcott, y la a menudo torpe brega de Brendtner. Demasiado buen resultado obtuvieron para tan parca apuesta. Por no hablar del United, que tanto nos asombra en su Liga y que jugó contemplativo pese a encontrarse con un golito de regalo tras el pitido inicial y acabó perdiendo. Claro, que enfrente estaban los alemanes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario