Soy tan solo un aficionado. No soy un estudioso, sino un gran amante de este magnífico deporte. No soy un experto, pero tengo mis propios criterios. No soy un estadístico, pero sumo dos y dos y, a veces, me dan cuatro. No soy un forofo aunque tenga mis preferencias. Tampoco un nostálgico, pero estoy harto de que el fútbol se trate con los trazos de la prensa rosa. Esta página será para ti, si así lo quieres. Si te gusta, disfrútala y vuelve. Si no te gusta algo, dilo. Si lo que quieres es pelea, busca en otro lado. Aquí hablaremos de fútbol, no de majaderías.

lunes, 12 de diciembre de 2011

ansiedad

Tras jornada y media de reflexión, me meto con el partido que todos esperábamos, ese denominado clásico que yo llamaría eterno. La verdad, tensión hubo a patadas. Me divertí. A mi entender, ganó el Barça y perdió el Madrid. ¿Otra vez con perogrullo? Así será si así os parece, pero para mí se dieron ambas circunstancias, coincidentes desde luego en el resultado.

Ganó el Barcelona porque fue el mejor en un encuentro que me indujo a valorar aún más la experiencia, el saber estar, la confianza en uno mismo y en tu equipo, la buena dirección, algunos rebotes afortunados y ciertas dosis de magia. Pese al batacazo inicial, los azulgrana no perdieron los papeles, aunque se les veía angustiados en la primera mitad ante la presión infinita (alocada, diría yo) de los blancos. Movió Guardiola sabiamente sus fichas, con Puyol bailando al costado que le sugería Cristiano, Alves aportando superioridad en el centro del campo ante la inexistente defensa del portugués, Sánchez apareciendo por la derecha cuando podía doblar al brasileño y volver loco al otro brasileño, éste de blanco, que naufragaba en toda regla..., y reservando para la segunda parte, sin parecerlo, a Cesc y al exquisito Iniesta, en la primera mitad de vacaciones. Messi, siempre Messi, perdía más balones que nunca cuando le encimaba Lass, pero seguía bajando al centro e imponiendo pasito a paso la superioridad allí donde nace el juego.

Perdió el Madrid porque ante su eterno rival se le dispara la ansiedad. Les entran las angustias y las prisas y se descomponen en factores primos. Algunos más que otros, que todo hay que decirlo. Sobre todo, Marcelo (su fuerte cesión a córner desde el centro del campo a poco de comenzar el partido resultó escalofriante), Pepe (que en estos partidos se descerebra aún más), Di María (empeñado en demostrar inexistente la ley de la impenetrabilidad de los cuerpos), Ozil(más corretón que nunca, lo que ya es decir, pero ni un solo balón al hueco) y el líder Ronaldo, al que los grandes partidos le vienen definitivamente grandes, como ya se sabe. Con lo que tienen (mucho mejor que lo del año pasado, desde luego), les basta a los madrileños para ganar a cualquiera..., menos al Barcelona. Por eso les sería suficiente con no venirse abajo y administrar la ventaja del partido de Sevilla para mantener al Barcelona debajo, que aún se dejará algún punto fuera de casa. Pero habrá que ir al Camp Nou.

Perdió Mourinho su particular duelo con Guardiola porque no alineó bien y no recompuso en su momento. Sobraba Ozil para este encuentro, faltaba Khedira y, visto lo visto, sobró a la media hora Di María y faltaba Callejón si había que buscarle las espaldas a la defensa visitante. Si Lass secaba a Messi cuando le encimaba en los arranques de cada jugada, parecía lógico insistir en ese hallazgo y cortocircuitar la cómoda circulación del Barcelona con ese marcaje al hombre, pero no lo hizo. Además, al no haber compañero que le echara un capote a Alonso, el agobio al que le sometían era de libro. Tampoco lo supo ver. En conjunto, el Real se olvidó de jugar la pelota, que es en lo que mejor ha evolucionado del año pasado a éste. Y sin juego no hay goles, salvo errores.

Cierto es que el segundo fue de rebote, que se fallaron un par de ocasiones que el otro no fallaba, que algún maravilloso pase al compañero libre se quedó en disparos precipitados e imprecisos... Verdades, pero insuficientes. Ganó el que jugó mejor y administró con más sabiduría sus talentos. Y eso que, pese a todo lo dicho, el Barcelona supo apreciar que aquél era otro Madrid, aunque se quedara en salvas. Con las cosas más serenas y analizando este partido, afirmo que en el Madrid de ahora mismo hay mimbres y talento suficiente como para plantarle cara al Barcelona en la ciudad condal. Pero tiene mucho que aprender y bastante que mejorar arriba, en el coco, que es donde las emociones perturban las intenciones.

4 comentarios:

  1. Magnífico y preciso análisis del clásico, Antonio. Añadiría, no obstante, la jugada del primer gol del Real Madrid en tus “algunos rebotes afortunados”, que si bien es verdad que llega a consecuencia de una buena presión adelantada de los blancos, la jugada no es finalizada sin antes una cadena de despropósitos varios que favorecen casi milagrosamente, o por defecto, todos al mismo equipo. No sé, si de lo que se trata es de meter el segundo gol del Barça dentro de la carpeta “pura suerte” (como dicen otros), creo de justicia hacerlo también con el del francés Benzema (gran partido el suyo, por cierto).

    Y fuera ya de las pesquisas de lo que es propiamente el juego, comentar tan solo un par de cosas de lo que podríamos denominar “el otro futbol”. La primera cosa es Mourinho. Me saca de quicio ver cuando el portugués, el mismo que se pasa su vida ponderando el dejar seguir el juego viril (por no decir violento) y vanagloriar los guardianes de esa esencia (Mateu Lahoz, por ejemplo) salir luego como un poseso del banquillo, en una contradicción vital manifiesta, para exigir una segunda amarilla para Messi en una acción que no es más que una simple falta. ¿En qué quedamos, entonces? ¿O esa ponderación suya del juego “viril” solo es factible cuando éste es realizado por algunos de sus jugadores? Decididamente el discurso futbolístico de Mourinho es, como diría aquél, una “p… mierda” además de una p… mentira vendida al mejor postor.

    Y la segunda cosa es hablar, aunque no se lo merezca (tampoco voy a ser muy extenso), de Pepe, porque consentir que este tipo acabara el partido sin ser expulsado tiene delito. No es más que un absoluto descerebrado que algún día (toquemos madera para que así no suceda) matará de un puntapié en la cabeza (o en la parte izquierda del esternón) a algún contrario.

    Y por si acaso, que Dios salve a Iniesta, por supuesto.

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  2. En todas partes cuecen habas, Andreu. Tampoco me pareció un paradigma de la elegancia ni del juego limpio la peligrosa plancha de Alves sobre el tobillo desguarnecido de Xabi. Como en el caso de Pepe, la falta de cerebro sumada al exceso de malicia convierte a algunos jugadores en mala gente sobre el campo. En cuanto a lo que dices de Mourinho, te vuelve a cegar la manía que le tienes. Todos los entrenadores del mundo, Guardiola incluido, vienen de fábrica dotados de la doble vara de medir y con una ley del embudo en su genética. Ni más más, ni más menos, me temo.

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  3. Supongo que por la poca concurrencia en el debate de este post (curiosa, por otra parte) te dirigirás a mí cuando te refieres a Andreu. Y aunque no fuese así, mira, me voy a otorgar esa paternidad nominal y te voy a contestar.

    Tal vez no pongas en venta tus argumentos, pero ni en caso contrario te los iba a comprar. No, no es de recibo que me compares a Pepe con Alves. Lo siento, pero todos sabemos que el defensa portugués come aparte. En todo caso te podría aceptar la comparación de la entrada en plancha de Dani a Xabi Alonso con la de Coentrao a Iniesta, que aunque más fuerte la del madridista ciertamente en algo las podríamos equiparar. Pero si no eres capaz de admitir que la brutal entrada de Pepe a Messi mediada la segunda parte fue merecedora de tarjeta roja inmediata pues apaga y vámonos. Y ya ves que omito, para no cebarme con él ni contigo, la falta que pertrechó en la primera parte a Alexis, propia solamente de un energúmeno disfrazado de deportista.

    Y compararme las falacias, hipocresías y mentiras de Mourinho con las de cualquier otro entrenador que se precie tampoco es aceptable. No te equivoques, aquí no se trata de ninguna doble vara de medir ni de que te cieguen manías propias o ajenas, se trata simplemente de describir la realidad de los hechos, aunque no te gusten. Y éstos, ni que se intenten disimular con algo de retórica, no admiten en modo alguno la comparación.

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