Puede que sea cosa de la edad, pero advierto algo impúdico en tanta felicidad colectiva, incluida la mía, como la que se vivió ayer "en directo". Es como si no tuviéramos derecho a sentir tanta alegría porque pudiera parecer un sentimiento injusto por insolidario ante tanta "otra" realidad de tragedia y dolor que acongoja el mundo. Viendo a todo un pueblo volcado en la emoción de la victoria, no por esperada menos deseada, no por intuida menos satisfactoria, en el éxtasis colectivo de la dicha, me asalta cierta sensación de congoja, como una nube de vergüenza no exenta de algún sentimiento de culpa. ¡Qué contradictorios somos! ¡Cuántas limitaciones al disfrute arrastra la educación judeocristiana que hemos recibido!, ¡qué incapacidad para la plena felicidad nos han legado!
Acaso estos mixed-feelings, que diría un yanqui, tengan también que ver con el pudor. Con la vergüenza ajena que provoca advertir con tan súbita claridad en esta celebración la falta de límites a la manipulación, el todo vale, la explotación de los legítimos sentires populares para arrimar el ascua a la sardina propia, llámese Gobierno, Monarquía, Oposición, Alcaldía o cadenas de televisión a la caza y captura de un punto más en la cuota de share. Todos trascendiendo, todos aprovechando el tirón, los unos solemnes (por cierto, el Rey está echo polvo a lo que se vio), campechanos los otros, pesados hasta la saciedad los locutores, reiterados los telediarios, vacíos los comentaristas, haciendo caja los famosos..., a costa de la inconsciente y sana alegría del pueblo soberano, mucho más generoso sin duda que ellos. Aparecieron también las pequeñas miserias en el grupo campeón, la inevitable camiseta del Barça sobre Cesc, el fenomenal pedo de Piqué y Javi Martínez, la senyera de Xavi y Pujol (expresándose, posiblemente contra su voluntad, como un baluarte de su comunidad autónoma inmerso en la fiesta española) al lado de sus glorias, la tímida parquedad de Iniesta (¡gracias a Iniesta, España es una fiesta!, cantaba la gente), la alegría contagiosa de Pepe Reina...
Yo me acordé de mi madre, que lo habría disfrutado desde su alegre inconsciencia, mientras besaba a mi chica; de mi padre, que se habría sentido sin duda el más feliz de los mortales, de Andrés Montes y de Gozalo, cuyos comentarios exultantes nos hubieran gratificado o divertido... Recordé también a Cardeñosa, a Salinas, a Eloy, a Raúl, a la Quinta del Buitre, a los cinco magníficos, a Maceda, a Hierro y a aquél jugadorazo llamado Del Bosque, a Suárez y Del Sol, a Juanito y Amancio, a Zoco y a Pirri y a Alesanco y a Migueli...
A lo mejor es que me dio el día nostálgico.
NOTA.- Las buenas gentes de Rota, en las fotos, también asaltaron sus calles.
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