La primera en la frente, ayer ante los correcaminos de Arabia Saudí. Empiezo a verle las orejas al lobo. Teníamos enfrente un equipo descarado y largo, sin nada que perder, algo así como la Honduras que nos espera. Su esquema, simple como el mecanismo de un botijo mas, mira tu por dónde, efectivo. Portero y cuatro atrás, con el resto ocupando el centro a la carrera, encimando, empujando, incordiando, cortando las líneas de pase y saliendo arriba los seis como diablos.
¿Y nosotros? Sin leer el juego, empeñados en repetir ciegamente esquemas que ayer no valían, faltos de lucidez y rodaje. Pero, sobre todo, con las señas de identidad caídas, si excluimos algunos momentos de la primera parte. La Selección sólo puede jugar a hacer daño. Si olvida esto, se pierde en pasecitos sin sentido y lujos de patio de colegio, transformando en tontadas lo que nació como arma letal. Siempre se ha dicho que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso, y este equipo hace equilibrios sobre esa delgada línea lo que, si no endereza, augura dificultades sin cuento. Que una cosa es repetir las cantinelas (humildad, no hay enemigo pequeño, no nos lo tenemos que creer y tal y tal...) y otra es salir al campo con esas pilas puestas de verdad, sin toques indolentes y excesos de perdonavidas.
Ayer, Iker estuvo flojo y perdido, como si le afectara ya, de partida, la trampa Valdés (primero que vaya, segundo que debute, tercero que por qué Casillas y no él). Pero es que tenía al lado un Piqué que iba absolutamente de sobrado, lento y suficiente, un Pujol sombra de sí mismo y dos laterales solo voluntariosos. Del centro del campo, para mí, se salva el trabajo estajanovista de Alonso, porque ayer tocaba un Busquets muy fallón y un Xavi poco claro, mejorado con los apoyos de Silva e Iniesta (feliz noticia su regreso). Delante, Villa falló lo que nunca hasta en su gol, que no entró por donde él quería.
Dijo Del Bosque, que de esto sabe un rato, que nos falta preparación y que empezamos el partido "perezosos" (no dice que la segunda parte fue aún más penosa y perezosa, pese a los cambios). Si lo primero puede ser cierto, aunque subsanable, lo segundo es preocupante puesto que parece asomar con claridad que ya hay dos poderes sobre el terreno: el del que dice lo que hay que hacer y el de los que hablan entre sí para imponer el "ya será menos". Cuidado.
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